“HISTORIA DE UN GIRASOL Y UNA
RAMA UNIDOS CON CADENAS”
Érase una vez, un desgraciado
girasol, al cual el viento, la nieve, la lluvia, los relámpagos y un profundo
frío, lo tenían condenado a morir, sólo, en mitad del campo. De tanto
sufrimiento y castigo, tenía hasta las hojas rotas y derrumbado tirado en el
suelo y
casi moribundo…, apenas se podía poner de pie.
Un día, milagrosamente, el
azahar, ¡quizás!... el girasol se
encontró con una rama, alta y esbelta, fuerte y robusta. Que le dijo ¿qué te
pasa girasol que ni siquiera, alcanzas a ver el cielo?..., ¿te puedes dar
cuenta que tú, puedes ser un bello girasol?... ¡¡vamos amigo!! yo te ayudaré.
Sólo tienes que dejar que te cuide y coger fuerzas. Ya verás, cómo el viento,
la nieve, la lluvia, los relámpagos y el frío pasarán. Vendrá un bello Arco
Iris y el sol saldrá. Yo te apoyaré, para que crezcas, veas el sol y seas bello
y muy alto.
El girasol, cogió fuerzas de
donde no las había. Poco a poco, fue
creciendo y creciendo. Sus hojas, retomaban la savia que no tenían. La rama, lo
sujetaba fuertemente agarrando al girasol con fuertes cadenas alrededor de él.
Sin darse cuenta ninguno de los dos… terminaron ambos entrelazados, abrazados,
unidos con una fuerza inmensa. El
girasol, y la rama se fundieron en un solo cuerpo. El girasol, había crecido
tanto… que sus ramas terminaron abrazando con ternura a la rama. Y la rama se
incrustó también ayudada por las cadenas en el tronco del girasol. Dejando
éste, derramar su savia, por no querer aceptar, que la rama ya había cumplido
con su misión. Un día, las cadenas que a ambos los entrelazaban, se oxidaron,
con las “inclemencias del tiempo”, llegándose a romper. Lo que produjo una
dolorosa, fuerte, y amarga ruptura.
La rama, se quedó sin sus
cadenas, a las que le unían con ternura al girasol. Y el girasol, llorando
intensamente, muy dolorosamente y
amargamente, se percató que ya la rama no lo acompañaba, sintiendo soledad,
tristeza, miedo por las circunstancias, desolación y una amarga
y profunda pena. Al girasol, se le quedó una herida sangrante y profunda, del
profundo hueco que dejó la rama en su tronco, y por la ausencia de su
compañera, de la que se convirtió en su
íntima amiga, su empuje en el tiempo, su apoyo, su sujeción, su aliento… una
huella en su tronco de aquella rama, alta y esbelta, fuerte y robusta, a la
cual se entrelazó con ternura, como su única salvación. Y a la cual se agarró,
se sujetó, se amarró, como un clavo ardiendo, con todas sus fuerzas para
sobrevivir.
El girasol, triste y amargamente,
perdió el sol del día que le daba el calor para agarrarse a la rama. Sólo, y
triste, aunque fuerte, robusto y alto, le quedó sólo la tenue luz de las
estrellas de la noche. El girasol, quiere seguir creciendo, para intentar rozar
una estrella y volverse a sostener, pero sabe bien, que las estrellas son
inalcanzables, y también sabe bien, que al crecer, en su tronco… la grieta se agrandaría. Y al
pobre girasol, malherido, sólo le esperaría morir desangrado, o con un milagro…
tal vez… retome y renueve su savia la
herida de su tronco, quedando una pena en su interior como condena, por haber
querido tanto, y tan profundamente, a esa rama y una cicatriz para toda su existencia.
Esta ha sido la bella y triste
historia de un girasol y una rama, basada en hechos reales.
A pesar, de que a nuestro amigo
girasol, se le quedó una profunda y
dolorosa pena por la ausencia de aquella rama a la que tanto quiso, y una
cicatriz en su tronco…un día, cogió fuerzas y pensó: ¡si la rama me salvó de
morir, no puedo consentir ni permitir que poco a poco me deje morir!... sería,
como si la sujeción, el aliento, el calor, el apoyo, el cariño… de aquella
rama, hubiese sido en balde. La rama, ayudó con empeño, tesón, fuerza, energía,
sacrificio, entrega, fidelidad, a
nuestro amigo girasol para que fuera, alto, fuerte, robusto y bello. Cogiendo
fuerzas y mentalizándose que tenía que sobrevivir, luchar por él mismo… para
seguir siendo aún más alto, fuerte, robusto y bello… nuestro amigo girasol,
aprendió que todo en la vida tiene un principio y un final y que nada es para
siempre. El girasol viendo el brillante color de sus pétalos, que se alimentan
del sol, viendo la clorofila por sus venas correr, haciendo a sus hojas de
color verde esmeralda, viendo la fuerza, con que se agarra su tronco a la
tierra…pensó renacer, con una misión, y es que ninguna herida interna o
externa, por muy profunda que fuera, que ninguna incertidumbre por las
adversidades del clima, que ningún sufrimiento interno o externo, harían que
dejara de ser un girasol alto, fuerte, robusto y bello. Cuando llegaba la
noche, ya no miraba a las estrellas como antes, esperando que lo sostuvieran,
que bien sabe nuestro amigo girasol, son inalcanzables, ni derramaba una
lágrima dejando escapar su savia. Decidió, ser autosuficiente en todos los
sentidos. También decidió, fortalecerse interiormente, para no ser vulnerable.
Decidió, continuar su vida solo, con toda decisión de superación y esfuerzo.
Sólo sonreía al sol, con su dulce y bella sonrisa, extendiendo sus pétalos
llenos de color y vitalidad irradiando su fuerza, su color, su energía, su luz… nuestro amigo
girasol, apostó por él, con firmeza, decisión y seguridad. Y a la que fue, su
sujeción, su guía, su calor, su empuje, también su cariño, su íntima amiga, su
compañera en el tiempo, y me refiero, a
nuestra amiga la rama, a la cual recordará y
nunca la olvidará, y a la que seguirá respetando y queriendo
mientras que él tenga vida, le está y le estará siempre eternamente
agradecido por salvarle la vida. Esa vida, que nuestro amigo girasol, ahora,
aunque solo, la tiene llena de ilusión, color y esperanza en sí mismo, y todo
esto, se lo brinda a la rama, a las estrellas y a sol. El sol, que es su propia
energía interior, su fuerza, su capacidad de remontar, su capacidad de
superación, su lucha decidida contra las adversidades del clima, contra las
enfermedades, contra los contratiempos, contra las incertidumbres… el creer
totalmente y sinceramente en sí mismo,
en sus cualidades, virtudes, y
habilidades, para seguir en la vida, esa
vida que apunto estuvo de perder y que
la rama salvó, por que es lo más bello y valioso que tiene.
Jaén, 21/12/2011 Ana María Serrano Piedra
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